En la Facultad de Agronomía de la UBA diseñaron un método para limpiar el agua sin usar químicos, que se basa en el uso de esponjas con nanopartículas que absorben los contaminantes y se podrían usar en tanques de agua. La técnica es económica y reciclable, y ahora buscan interés de empresas para lograr llevarla a mayor escala
Por Matías Alonso
Agencia TSS – El acceso al agua potable es un derecho humano fundamental y un pilar esencial para la salud, el desarrollo y la dignidad de las personas. Sin embargo, se calcula que más de 2000 millones de personas en el mundo (alrededor de 9 millones en la Argentina) carecen de acceso a fuentes seguras de agua, lo que genera un impacto devastador en sus vidas. La falta de agua potable no solo es una cuestión de salud, ya que provoca enfermedades transmitidas por el agua, sino que también afecta el desarrollo de las personas, a la educación, la economía y la estabilidad social.
Esta escasez se profundiza en el actual contexto de cambio climático y de conflictos geopolíticos, donde las fuentes de agua se vuelven cada vez más requeridas, evidenciando la urgente necesidad de soluciones sostenibles y equitativas. También es el insumo más urgente en casos de catástrofes climáticas como la tormenta que afectó a Bahía Blanca el pasado mes.
De ahí la importancia creciente de encontrar formas económicas de potabilizar el agua. Uno de los métodos más comunes es el uso de cloro, que es un químico potente que sirve para eliminar microorganismos, aunque no para sacar contaminantes como el arsénico. Además, el cloro puede generar problemas de salud cuando no es aplicado en la dosis correcta.
En la Facultad de Agromía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) trabajan en una solución distinta: el desarrollo de hidrogeles de nanopartículas que funcionan como esponjas que se colocan en un depósito de agua y son capaces de eliminar bacterias, virus y absorber en su interior contaminantes como metales pesados o arsénico.
Los nanomateriales tienen la capacidad de aumentar considerablemente las propiedades de los materiales de los que están hechos, ya que suelen ser esferas muy pequeñas, de entre uno y cien micrones –invisible al ojo humano–, que hacen que con muy poco material se obtenga una gran superficie de contacto con el medio en el que están, y así pueden conseguirse efectos importantes con bajos costos.
Quien lidera este desarrollo es Romina Giacometti, investigadora del Instituto de Investigaciones en Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA, FAUBA-CONICET), quien en diálogo con TSS, dijo: “En el laboratorio trabajamos con lo que tenía que ver con química verde y nanotecnología, en aplicaciones para el agro, pero también teníamos muchos estudiantes en la parte de ciencias ambientales y veíamos que las nanopartículas que estábamos desarrollando tenían múltiples usos, muchas con actividad biocida, por eso nos podían servir para eliminar patógenos a nivel agrícola pero también para tratar agua. Así fue como empezamos a ver si podíamos entrampar esas partículas de una manera segura en una matriz que nos permitiera filtrar el agua”.
El objetivo era que la técnica fuera de uso muy simple, que no hiciera falta equipamiento ni una formación especial para usarla, y que fuera económica y reciclable. El dispositivo es como una esponja gelatinosa que acumula en su interior los contaminantes, además de matar los organismos patógenos. Resiste varios ciclos de deshidratación y rehidratación, con lo que puede ser enjuagado y usado nuevamente. Estas nanopartículas que usa el hidrogel ya se usan en otras aplicaciones, como en cepillos de dientes, prendas de ropa y barbijos.
“Estamos trabajando con gente del INTI y con físicos para ver qué tan resistente es este hidrogel, para ver si conviene guardarlo para ser usado en casos de emergencias –como la inundación de Bahía Blanca– o si se debería usar de forma regular, por ejemplo, en los tanques de escuelas en donde el agua no es segura. También lo estamos pensando para sanitizar el agua de consumo de ganado. Es algo muy liviano, se traslada deshidratado y entonces no pesa nada y se puede llevar a campo”, contó Giacometti, quien también es directora del Laboratorio de Agro-Nanotecnología de la FAUBA, donde elaboran nanopartículas con aplicación a la fertilización y al tratamiento de enfermedades en cultivos. Y agregó: “Si aparece una empresa interesada en el proyecto para financiarlo estaría bueno porque la idea es que no quede en una tesis, sino que se pueda aplicar para mejorar la vida de las personas”, explicó Giaometti.
El proyecto está financiado por un Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) de la Agencia I+D+i, del año 2022. Aunque está activo, los desembolsos están frenados y la última cuota que se pagó fue en 2023, con lo que el impacto de la falta de fondos en la investigación es cada vez más fuerte y también se traslada al desaliento por continuar las carreras científicas por parte de quienes se gradúan. “El proyecto sigue creciendo porque tuve muy buenos mentores y fui precavida. En el instituto tenemos acceso a material plástico y también he financiado con mi sueldo algunos estudios de microscopía para que los chicos puedan finalizar su tesis. Estamos en una situación complicada, pese a eso seguimos trabajando y buscando estudiantes. En este momento tenemos dos, uno de doctorado y una de posdoctorado, que vendrá desde Pakistán. Pero nos está pasando que los chicos de carreras de grado no quieren seguir doctorados”.