Cinco años después de la aprobación del Acuerdo de París sobre cambio climático, América Latina se prepara para presentar una nueva ronda de compromisos climáticos en los próximos meses. Sin embargo, los grandes emisores regionales como Brasil y México se están apartando de los objetivos de París y ponen en duda su cumplimiento, impulsando los combustibles fósiles y la deforestación.
Por Fermín Koop (IPS)
Las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, en inglés) son planes en los que los países establecen sus metas de mitigación o reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y de adaptación a los efectos del cambio climático. Deben ser actualizados cada cinco años y siempre deben ser más ambiciosos, según estipula el Acuerdo de París, adoptado el 12 de diciembre de 2015 en la capital francesa.
Los países de la región presentaron mayormente en 2015 y 2016 sus primeras NDC, pero, con la excepción de Costa Rica, todas fueron insuficientes con el objetivo del Acuerdo de París de limitar la suba de la temperatura en 2º Celsius idealmente 1,5º para fin de siglo. Es por ello que ahora se esperan nuevas contribuciones más cerca de ese objetivo.
“La región tiene un discurso que no es coherente con la práctica. Todos los países se comprometieron a planes climáticos en 2015 pero pocos han avanzado en su implementación”, sostiene Isabel Cavalier, codirectora de la ONG Transforma en Colombia. “Ahora es el momento de aprovechar la señal del mundo por más acción climática”, indica.
Pero el camino a una mayor ambición no será sencillo. La acción climática está lejos de ser una prioridad en una región marcada por las crisis económicas y sociales, y donde el apoyo financiero se convierte en una necesidad para actuar frente al cambio climático. Esto se vio acentuado por la pandemia y la falta de una recuperación verde.
América Latina representa 5% de las emisiones mundiales pero con una tendencia en alza. Los efectos del cambio climático ya se viven de múltiples maneras, desde extensos períodos de sequía a intensas precipitaciones. Es una región fragmentada, sin una agenda común por el clima, lo que dificulta avanzar en mayor ambición.
“América Latina está fragmentada desde hace 20 años. No sólo se ve en la ideología y la política de cada uno de los países, sino también en la capacidad de articular decisiones y en consensuar cuestiones mínimas”, afirma Manuel Pulgar Vidal, líder global de Clima y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Primeros anuncios
Si bien las nuevas NDC serán presentadas oficialmente en los próximos meses, algunos países de la región adelantarán sus planes climáticos este sábado en la Cumbre de la Ambición Climática de Naciones Unidas. El encuentro busca mantener el impulso climático ante la postergación de la conferencia COP26 del clima a 2021 por la pandemia.
Colombia será uno de los que presentará su nuevo objetivo, adelantado por el presidente Iván Duque en noviembre. El país se propone reducir un 51% sus emisiones para el 2030 a través de transición energética, movilidad limpia, reducción en la tasa de deforestación y la siembra de árboles en todo el territorio nacional.
«Al año 2030 nos vamos a comprometer con una agenda clara y específica, multisectorial para que se tenga esa reducción de 51% en los GEI (gases de efecto invernadero). Este es un compromiso importante en el contexto latinoamericano y también global que muestra que unidos debemos cumplir con ese propósito para contribuir a la protección del planeta», afirmó Duque.
En total serán 29 medidas de adaptación y más de 30 de mitigación del cambio climático las que Colombia espera poner en marcha. El compromiso fue celebrado por líderes globales como el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, que albergará la COP26. Sin embargo, expertos climáticos adelantaron que no será nada sencillo.
La deforestación es un severo problema para el país y representa el 36% de las emisiones. Del mismo modo el sector energético presenta desafíos, ante repetidos intentos del gobierno de impulsar nuevos pozos de petróleo y gas utilizando el fracking (fractura hidráulica). En 2015, Colombia se comprometió a reducir 20% sus emisiones para 2030.
Se esperan también próximos anuncios de Perú, que está ultimando los detalles de su nueva NDC en el marco de un proceso de cambios políticos luego de la destitución del presidente Martín Vizcarra. El país se comprometería a reducir sus emisiones en 40%, una mejora de 10% comparado con las metas presentadas en 2015.
La meta es ambiciosa, considera Pulgar Vidal, exministro de Ambiente de Perú, pero considera que el país podría comprometerse todavía más. “Se tiró por la borda el liderazgo climático que solíamos tener. Hay que avanzar con una política energética de fuentes renovables,” agrega.
Argentina también presentará en las próximas semanas su nueva NDC y adelantará su contenido en la cumbre del sábado de Naciones Unidas. Se espera una suba en la ambición del compromiso presentado en 2016 de una reducción incondicional (es decir, sin dependencia de apoyo externo) del 18% de sus emisiones.
Ello presentará desafíos para el gobierno de Alberto Fernández, que no ha introducido políticas de estímulo verde en el marco de la pandemia y ha incentivado los combustibles fósiles, especialmente en Vaca Muerta. A ello se le suma la deforestación y la expansión de la frontera agropecuaria.
“El nivel de ambición de la NDC de Argentina tiene que ser el doble de lo que es hoy y debe incluir un pico de emisiones”, sostiene Enrique Maurtua Konstantinidis, asesor senior en política climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). “Es fundamental que se amplíe la participación de renovables.”
Los líderes regionales
Mientras la mayoría de los países prepara sus nuevos objetivos climáticos, luego de haber tenido dificultades en implementar los anteriores, Chile, Costa Rica y Uruguay reciben elogios por haberse anticipado a las exigencias del Acuerdo de París y avanzar en la agenda climática con mayor ambición.
Chile fue uno de los primeros países en presentar su contribución climática actualizada a principios de 2020 luego de haber presidido la COP25 en Madrid. La nueva NDC es más ambiciosa que la anterior y permitiría al país alcanzar un pico de emisiones en 2023 si implementa todas las acciones estipuladas en su compromiso.
El gobierno de Sebastián Piñera también se comprometió a cerrar todas las plantas termoeléctricas a carbón para 2040 y a un plan para ser un país líder en producción de hidrógeno verde, lo que le permitiría impulsar las energías renovables. Además, presentó un proyecto de ley para alcanzar la carbono neutralidad en 2050.
“A pesar de su crisis social, Chile pudo aumentar la ambición. Se dio cuenta de lo que implica la nueva economía limpia y eso le va a dar réditos. El sur del país puede verse beneficiado por la suba de la temperatura al ser más productivo pero igual se decidió abordar la problemática,” afirma Pulgar Vidal.
Del mismo modo, Costa Rica presentó en 2019 su plan de descarbonización para el 2050, que incluye metas anuales y acciones en todos los sectores de la economía. Se destacan objetivos para electrificar el transporte público, mejorar las prácticas agrícolas y ganaderas y medidas de eficiencia energética y manejo de residuos.
Es el único país de la región cuya NDC presentada en 2015 es considerada en línea con el objetivo de 2ºC del Acuerdo de París. Ahora el gobierno de Carlos Quesada está trabajando en su nueva NDC, actualmente bajo consulta pública, que plantea una meta de emisiones que está en línea con el objetivo de 1,5ºC de París.
Finalmente, Uruguay presentó su primera en NDC en 2017, por lo que espera recién volver a hacerlo en 2022. De todos modos, el país ya ha dado pasos significativos en materia climática. Su matriz energética depende casi en un 100% en fuentes renovables luego de una fuerte expansión de la energía solar y eólica.
El país se comprometió al desarrollo de una estrategia de carbono neutralidad y ya comenzó su elaboración en septiembre. Además, ya introdujo sus primeros buses eléctricos en Montevideo e impulsa mejores prácticas agrícolas y ganaderas para reducir las emisiones en un sector clave de su economía.
Uruguay, Costa Rica y Chile destacan con frecuencia los beneficios económicos que la descarbonización puede aportar a sus economías. Un informe reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, por ejemplo, reveló que la implementación del plan de descarbonización de Costa Rica generaría US$41 mil millones en beneficios económicos durante los próximos 30 años.
Incertidumbre climática
Aún así, existe incertidumbre sobre cuáles serán los próximos pasos de México y Brasil en el cambio climático. Los gobiernos de Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador son frecuentemente cuestionados por implementar políticas en la dirección opuesta a Costa Rica o Chile y es menos probable que aumenten la acción climática.
México convocó en abril a un diálogo intergubernamental de actualización de su NDC pero el proceso fue interrumpido por la pandemia y sólo abordó las temáticas de género y derechos humanos. No hubo discusión de las nuevas metas en la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático, que formalmente debe aprobar la NDC.
Si bien el gobierno expresó públicamente su intención de presentar su compromiso climático este año, la fecha ya fue demorada en varias ocasiones. De todos modos, organizaciones ambientales anticipan que no habrá una mejora en los compromisos de reducción de emisiones de la NDC anterior.
“No estamos en condiciones de cumplir nuestros compromisos climáticos actuales por lo que no imagino que se presentaría algo más ambicioso”, sostuvo Jorge Villareal, director de Política Climática en la ONG Iniciativa Climática. “México debería dar una señal política y reflexionar sobre su política climática”.
El gobierno de AMLO considera al petróleo como un recurso estratégico y busca aumentar su uso para la generación de electricidad, incrementando la inversión en la exploración y extracción de combustibles fósiles. En cambio, las inversiones en energías renovables se frenaron, a pesar de la existencia de un programa de 2015 para incentivarlas.
Brasil presentó esta semana su nueva NDC luego de discusiones a puerta cerrada entre ministros de gobierno y sin participación de la sociedad civil. Sin embargo, no hay ninguna mejora en comparación con su compromiso climático anterior de 2015. Los objetivos de reducción de emisiones se mantuvieron iguales, 37% para 2025 y 43% para 2030.
El gobierno incluyó una meta para lograr la neutralidad de carbono para 2060 pero se describe como una «intención» y no como un compromiso. Además, se incluyó un pedido para que se pague a Brasil US$10 mil millones por año para «abordar los numerosos desafíos que enfrenta» con respecto al cambio climático.
Bolsonaro amenazó con retirarse del Acuerdo de París durante su campaña presidencial en 2018 y al comienzo de su gobierno. Si bien luego se desdijo y Brasil sigue hoy en el acuerdo, llevó adelante diversas políticas en la dirección opuesta.
En su NDC presentada en 2015, previo al gobierno de Bolsonaro, Brasil se comprometió a frenar toda la tala ilegal para 2030. Sin embargo, ese compromiso fue quitado de la nueva NDC recientemente presentada. La palabra “deforestación” no es mencionada en la NDC.
En un comunicado, la ONG brasileña Observatorio del Clima sostuvo que la nueva NDC es “insuficiente e inmoral” y que “el mundo cambió pero las metas de Brasil se mantienen igual”.
«El mundo entero estaba esperando lo que Brasil pudiera presentar. Pero parece que el gobierno no ha hecho sus deberes», dijo Carlos Rittl, exdirector del Observatorio del Clima y ahora investigador en Alemania. «No hay una mayor ambición y hay una falta de transparencia. En general, no hay buenas noticias provenientes de la NDC de Brasil», añadió.