A partir de un proyecto, investigadores buscan caracterizar la especie de maleza cardo de Castilla, con el objetivo de usar el rastrojo y así generar bioenergía. “Lo que más necesita el mundo ahora son alimentos y energía. Esta podría ser una forma de producir energía sin competir con alimentos”, remarca García Stepien, director de la investigación.
En la zona del Gran Buenos Aires abunda una especie de maleza conocida como cardo de Castilla. Frecuente en campos de actividad ganadera, es considerada plaga nacional de la agricultura desde la década del ‘60. También se encuentra en descampados o al borde de las vías. La iniciativa, que nació desde la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, busca caracterizar este recurso, escasamente estudiado, con el objetivo de determinar si la producción de bioenergía es una posibilidad. En diálogo con Argentina Investiga Ezequiel García Stepien, director del estudio y docente de la unidad académica, explica en qué consiste el trabajo.
– ¿Cómo surge la idea del proyecto?
–En mi doctorado en la Universidad de La Plata hice una caracterización del rastrojo del maíz, que es lo que queda después de la cosecha del grano y que no sirve para alimentación, en cuanto a su calidad de biomasa. Esa biomasa puede ser utilizada como celulosa para hacer papel, para fermentar y producir alcohol y hacer bioetanol, o para quemarlo y hacer energía desde el proceso de pirólisis. Puede tener distintos fines. Con esa experiencia presenté el proyecto de investigación “Lomas CyT sobre cardos”.
– ¿De qué se trata el estudio?
–El cardo es una maleza, una especie que no es considerada de producción sino que es una especie marginal. El objetivo es caracterizarla y evaluar qué aprovechamiento bioenergético puede hacerse de esa especie. Por ejemplo, en el caso de tener una alta infestación en un campo, o considerar la posibilidad de que sea sembrada con fines bioenergéticos en áreas no convencionales, o escasamente productivas. Lo que más necesita el mundo ahora son alimentos y energía. Esta podría ser una forma de producir energía sin competir con alimentos.
– ¿Cómo se realiza esa caracterización?
–Lo que hacemos es ver cuánto produce y qué composición tiene en celulosa, hemicelulosa y lignina, que son los principales componentes de la pared celular de las plantas. En base a eso podemos determinar si es más o menos productivo para generar bioenergía de segunda generación.
Se trata de un proyecto multidisciplinario para ver qué hacemos con ese recurso que está escasamente estudiado y que abunda en nuestra zona de influencia. Lo caracterizamos y decimos si la producción de bioenergía es una posibilidad.
– ¿Cuál es el proceso para producir bioetanol?
–La producción de bioenergía de segunda generación o lignocelulósica es un proceso de fermentación. Lo que hacemos es romper las estructuras de celulosa y hemicelulosa en moléculas más sencillas, azúcares, para que los microorganismos que producen alcohol los fermenten produciendo bioetanol.
– ¿En la Argentina ya se produce este tipo de energía?
–En la actualidad es una tecnología que no se utiliza mucho en nuestro país por su costo. El bioetanol en la Argentina es producido a través de tecnologías de primera generación, proviene de la fermentación de caña de azúcar, del almidón del grano de maíz y otros cereales. Todo lo que tenga almidón es más fácil de traspasar a azúcares. Lo que tiene celulosa y hemicelulosa es más difícil de degradar; hay que realizarle un pretratamiento para poder romperla más y lograr un mejor aprovechamiento. Para lograr una aplicabilidad inmediata hay que ajustar procesos industriales y dimensionar bien las plantas para un uso regional.
Noelí Cristti
UNLZ