El uso masivo de la tecnología está basado en algo muy profundo e individual, que es la confianza y su propagación exponencial, pero ¿qué sucede cuando es la duda la que se expande?

Hola navegantes curiosos!!

Hoy vamos a comenzar el viaje por el Mar de la Infodemia con una anécdota familiar de un hecho cotidiano. Resulta que tengo tres hijos, un varón y dos mujeres; el varón emigró hace varios años a otro país y la mayor de mis hijas, se casó y se fue a vivir al campo, donde formó una hermosa familia con su esposo y dos hermosos niños que son mis nietos. La cuestión es que hace unos días, mi hija mayor estaba hablando por teléfono con su hermana menos, que por cierto vive conmigo y en un determinado momento interrumpe la conversación para explicarle a uno de mis nietos que estaba hablando con su hermana “real”, que no hablaba con un avatar de ésta, como él suponía, por lo que le solicitó que por favor no la interrumpiera, ya que no podía “pausar” la conversación.

Este hecho que en principio tiene ribetes risueños, fue el disparador de la nota que estoy escribiendo y del título de la misma. La cuestión es muy sencilla y se llama duda de identidad en la conciencia de un humano.

Todavía nuestra especie no ha podido llegar a las profundidades de la percepción de su conciencia y mucho menos a comprender los mecanismos de creación de la realidad, si bien hay estudios, éstos están todavía en una etapa muy temprana, salvo minorías como pueden ser ciertas personas vinculadas a la meditación profunda o la neurociencia.

El hecho que haya sido un niño el que siente estas dudas, no es un tema menor, ya que nos interpela sobre el tipo de tecnología que estamos naturalizando sin un control sobre quienes aprovechan esta circunstancia para moldear conductas humanas desde una etapa temprana de aprendizaje.

Conozco personas que sienten aversión a ciertos medios de transporte, por no sentirse seguros, el caso más difundido, es el de los aviones, aunque la tasa de accidentes sea infinitamente menor que el del resto de los vehículos; esto se debe en gran parte a un mensaje catastrófico cada vez que ocurre un accidente de aviación. Lo paradójico es que los accidentes en coches son cotidianos, pero aun así, genera mayor “confianza” trasladarse en ellos. Lo mismo ocurre con otros productos tecnológicos, ya sea una licuadora, como el uso de inteligencia artificial o gafas de realidad aumentada.

Llevamos más de un siglo donde los avances en ciencia, tecnología e innovación, no dejan de asombrarnos y nos hemos acostumbrado a no dudar del uso de los productos derivados de estos avances, al menos hasta ahora.

Este avance imparable sucedió sobre una autopista llamada “confianza” y costó y cuesta mucho construirla día a día. Ahora bien, en ningunos de los avances que hemos realizado se ha puesto en juego nuestra naturaleza humana, ni cercanamente la identidad desde un sentido profundo de la misma y eso es algo que está comenzando a ocurrir.

Hace algunos años que en ciertos círculos se habla de la cercanía del “estado de singularidad humana”, esto es que estamos a un paso de convertirnos en seres diferentes a los que han poblado el planeta durante muchos, muchos años o sea un cambio de era, tal como lo podemos leer en escritos de antiguas culturas y pueblos originarios.

Para que ello suceda, hay que dar un salto de fe ya no religiosa o de creencias, sino basado en el pensamiento. Un pensamiento con origen en la inclusión, en el cuidado del entorno, un pensamiento cuyas columnas sean la acción comunitaria y donde el progreso sea medido de una forma diferente a como lo mensuramos actualmente, donde la confianza en la creación de conciencia no sea objeto de manipulación infantil.

Los que pensamos en la ciencia y la tecnología como parte de las herramientas necesarias  para una mejor calidad de vida, vemos como condición imprescindible para el crecimiento exponencial de la adopción de las mismas, la generación de certezas. Sabemos que los miedos tienen un enorme componente de falta de conocimiento, por lo que siempre abogamos por el acceso al mismo desde las capas inferiores de nuestra sociedad, porque es a través de la capilaridad del saber como vamos a evolucionar y por lo tanto a generar esa transformación tan necesaria.

Estas notas suelen estar escritas en conjunto con ChatGPT, no ocurrió en esta oportunidad; el tema es por demás sensible y persigue el objetivo de invitar a la reflexión, no a la pausa como ciertos tecnólogos sugieren, sino a la acción de pensar en conjunto.

Esperamos sus comentarios, no sin antes recordarles que:

Pensar es urgente, porque “El futuro es ahora y las posibilidades son infinitas”.

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