Michael Shifter dirige Diálogo Interamericano, uno de los centros de pensamiento (“think tank”) más influyentes de Washington. Desde allí habló con FORBES BOLIVIA sobre los cambios en el poder mundial que se viene tras la crisis del COVID-19.
Por Carlos Morales Peña
– Teniendo en cuenta la profunda crisis global desatada por el Covid-19, ¿en qué medida vamos hacia un Nuevo Orden político y económico mundial y qué características tendrá en las próximas décadas? ¿Vamos hacia un mundo multipolar o se profundizará la bipolaridad entre Estados Unidos y China, ya presente, como tendencia, antes de la crisis de la pandemia?
– Hasta el momento, la mayoría de las naciones han seguido, en gran medida, un enfoque nacionalista de encerrarse sobre sí mismas frente a la pandemia, junto con la falta de la cooperación global y regional y el limitado rol de las instituciones multilaterales (al margen, quizás, del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial). Ciertamente mucho de esto puede cambiar en el periodo que viene cuando los países ya no enfrenten una situación de crisis, pero los hechos a la fecha sugieren un giro hacia la intensificación del nacionalismo y de la bipolaridad, no el multilateralismo ni la cooperación entre las naciones. La crisis del Covid-19 acentuó y aceleró las tendencias que ya eran evidentes antes del quiebre marcado por la pandemia. El multilateralismo se había debilitado desde hace tiempo y las relaciones entre Estados Unidos y China ya tomaron forma como el factor dominante a escala global.
– ¿Cómo se redefinirá la globalización capitalista mundial? ¿Retrocederá? ¿Qué ajustes deberá enfrentar para recuperar el crecimiento mundial y el comercio entre los Estados hoy amenazados por la peor recesión de las últimas décadas?
– Es imposible de predecir. Se puede esperar que se manifieste de formas diferentes en los distintos países. Los líderes políticos enfrentan muy difíciles opciones. Por un lado, saben que el crecimiento económico es crucial para mantener su apoyo popular y su autoridad, lo cual puede sugerir que podría haber esfuerzos para reconstruir el orden capitalista global, sobre todo de aquellos países como los Estados Unidos, China, gran parte de Europa y varias de las naciones del Asia, que se han beneficiado de aquel orden. Por otro lado, también habrá mayores demandas para intervenciones gubernamentales para restablecer el orden y proteger los empleos, reducir la inequidad, abordar las necesidades de la salud y la educación, mejorar los servicios públicos, todo lo cual llevará a empujar a los gobiernos hacia soluciones con mayor peso del Estado. El desafío será encontrar el justo equilibrio, el cual variará de país a país.
– ¿Es posible que China se consolide como potencia hegemónica mundial tras el declive de Estados Unidos y el avance del “modelo chino” de sociedad, un capitalismo autoritario con fuerte control social, en detrimento del liberalismo y de la democracia?
– Es difícil saber con alguna certeza. Hoy, no hay mucha evidencia para sustentar esa visión. China es indudablemente una potencia global significativa, compitiendo con Estados Unidos económica y políticamente, pero también tiene debilidades y vulnerabilidades mayores, y muchos expertos esperan problemas complicados más adelante. Al mismo tiempo, pese a que Estados Unidos ha mostrado muchas deficiencias en el pasado reciente, sobresaltadas por el declive de su influencia política y su mala administración de la crisis del Covid-19, todavía mantiene una poderosa posición en el mundo. Estados Unidos es la potencia militar dominante, sigue manteniendo un significativo “soft power” (poder suave) y, sin duda, continuará jugando un importante rol a escala global.
– ¿Cómo ve a Estados Unidos, en tanto potencia hegemónica mundial desde los años 90, en este contexto de multipolaridad que se consolida con el ascenso de China, India, Unión Europea y otros centros de poder?
– Diversos analistas se han estado refiriendo al declive de la hegemonía estadounidense por décadas, incluyendo la influencia que tenía en América Latina. Es una vieja narrativa, igual que el surgimiento y fortalecimiento de otros centros de poder a lo largo del mundo. Para Estados Unidos no ha sido fácil adaptarse a la pérdida de su singular estatus de superpotencia, pero las realidades son tales que no tiene opción. Es necesario llegar a un acuerdo con China y otras naciones competidoras virtualmente en cada uno de los frentes económico, seguridad y político. Al mismo tiempo, la economía estadounidense se beneficia con los avances económicos globales. En Estados Unidos, las discusiones pasan por la mejor manera de manejar estas relaciones con los poderes de la competencia.
¿Cómo quedan en este proceso los organismos multilaterales como las Naciones Unidas y todas sus entidades de mediación internacional? ¿Fracasó la “gobernanza mundial” frente a las crisis globales por el cambio climático y la pandemia del Covid-19?
– En un contexto de severos problemas económicos, crecientes fuerzas disruptivas, y corrientes nacionalistas y populistas en muchos países, las instituciones multilaterales se han debilitado y han jugado roles deslucidos para enfrentar la pandemia, y han tenido muy poco progreso en enfrentar el cambio climático. Esto es desafortunado, pero no sorprende. Muchas de estas instituciones nacieron después de la Segunda Guerra Mundial, y es difícil saber cómo pueden ser reestructuradas y reformadas para hacerlas más efectivas y relevantes ocho décadas más tarde. Hay una lógica convincente para lograr una nueva forma de “gobernanza mundial”, pero debido al actual contexto es difícil ser optimista. Desafortunadamente, hay una carencia de liderazgo y una marcada tendencia a mirar hacia adentro y focalizar solamente en las agendas nacionales.
– ¿Cómo será la economía en la “nueva normalidad” y qué consecuencias generará en la denominada Cuarta Revolución Industrial y Digital?
– En esta etapa, es imposible ofrecer ninguna firme conclusión. Todavía tenemos solamente una visión parcial del daño causado por la pandemia y poca o ninguna sensación de las estrategias económicas que Estados Unidos, China y la mayoría de los países están preparados para seguir a fin de lograr la recuperación.
– ¿Qué consecuencias tendrá para América Latina esta reconfiguración de la geopolítica global? ¿Llegó el momento de redefinir su rol y replantear su integración en un nuevo esquema regional?
– Todavía no está claro cómo se redefinirá la geopolítica global después de la pandemia. Puede expresarse por innumerables y diferentes direcciones. Es prematuro para la mayoría de las naciones de América Latina enfocarse en cuál será su rol en el sistema internacional que en este momento apenas está tomando forma. El desafío central estará en mejorar los mecanismos para la integración regional, la misma que ha sufrido retrocesos en años recientes. Será muy difícil lograr suficiente progreso en ese frente; sin embargo, hasta que las economías nacionales mejoren y sus sistemas políticos puedan convertirse en más estables y predecibles. Los gobiernos necesitan mostrar que son capaces de tratar efectivamente con una diversidad de desafíos críticos que enfrentan sus países. La pandemia ha sido una prueba mayúscula. Sin embargo, en muchos casos los gobiernos han mostrado una falta de comprensión de sus propias poblaciones sobre cómo viven, cómo enfrentan sus necesidades diarias, cómo los servicios públicos satisfacen o no esas demandas, y cómo, en general, las acciones gubernamentales las afecta.
– Bolivia enfrenta tres crisis al mismo tiempo: sanitaria, económica y política. ¿En qué medida las elecciones generales de septiembre pueden ser la salida para ponernos de acuerdo y generar un liderazgo de consenso para encarar la debacle?
– Bolivia es un país que enfrenta difíciles y complejos problemas. Desde afuera parece como fuertemente polarizado a través de líneas étnicas, religiosas y socioeconómicas. Un liderazgo comprometido y competente es necesario para comenzar a resolver los conflictos nacionales, reconstruir la economía, y efectivamente representar y unificar a los bolivianos. Las elecciones de septiembre son el único camino democrático para legitimar al próximo gobierno. Es, sin embargo, solamente el primer paso. Ya hay un consenso amplio que una efectiva gobernabilidad democrática va más allá de llevar a cabo elecciones. En el caso de Bolivia, también será crucial sanar las recientes heridas, producto de amargos conflictos, buscar la reconciliación, y tratar de construir enfoques de consenso para que ayuden a resolver los profundos problemas nacionales.
– ¿Cuál es la agenda de temas que Bolivia debe resolver en el corto, mediano y largo plazo para recuperar la senda del crecimiento, detener la creciente fragmentación social y recuperar la estabilidad política?
– El primer paso será asegurarse que las elecciones se lleven a cabo de forma limpia, honesta y transparente. El nuevo gobierno, para comenzar, necesita la legitimidad que solo una elección libre y justa puede proveer. Será necesario que (el nuevo gobierno) sea incluyente y represente los intereses de todos los bolivianos, no solo una parte de la sociedad, lo cual puede llevar a una mayor división y amargura. Debe dar, además, la máxima prioridad a defender el imperio de la ley y que respalde y respete las instituciones independientes de la democracia. En el frente económico, deberá buscar diversificar la economía boliviana la cual, como otras en América del Sur, se han sostenido principalmente en las materias primas. La esperanza es que el nuevo gobierno logre unir a todas las fuerzas de la sociedad boliviana y recoja las lecciones de los recientes conflictos como fundamento para progresar en un entorno regional y global muy complejo.