¿Qué preguntas puede ayudar a responder la Bioinformática? ¿Cuáles son sus alcances y desafíos? En el libro Vida.exe, una decena de especialistas recorren el origen de un área caracterizada por la colaboración entre diversas disciplinas científicas y que hoy también busca dar pistas sobre el origen y la evolución de la pandemia.
Por Vanina Lombardi
Agencia TSS – “La bioinformática permite hacer el rastreo de cómo el coronavirus se fue dispersando a través del mundo, haciendo algo que se llama vigilancia genómica; también permite entender cuál es la relación de este virus con otros que ya conocíamos, a través del análisis de las secuencias; y, además, permite hacer cosas que no podemos hacer con las herramientas experimentales, como conocer la estructura de las proteínas”, dice Germán González, uno de los editores y autores del libro Vida.exe, publicado recientemente por la editorial Fondo de Cultura Económica. En el último capítulo, González explica cómo esta disciplina puede ayudar a entender y enfrentar la actual pandemia que mantiene al mundo en alerta.
En el relato sobre cómo se cruzaron la Biología y la Informática para responder a preguntas que antes no tenían respuesta, a lo largo de once capítulos, los autores recuerdan cómo se unieron en la Bioinformática los estudios computacionales y la investigación genética, que antes transitaban caminos paralelos, con objetivos disímiles como el diseño de moléculas y proteínas, hasta revelar información epidemiológica de situaciones más vinculadas con lo social.
“Para analizar las diferentes variantes del Sars-Cov-2 se montan equipos de monitoreo que secuencian cada determinada cantidad de muestras, y eso está muy relacionado con salud pública, vinculado a la pandemia que estamos atravesando, pero los ejemplos pueden ser muchos”, afirmó Lionel Uran Landaburu durante la presentación del libro (que se hizo de modo virtual), y recordó cómo se sumó al grupo de editores y autores de este libro, de manera “accidental”, cuando estaba por comenzar su doctorado en Bioinformática: “Si bien tenía una idea de qué era lo que significaba y era lo que planeaba hacer con mi doctorado, no estaba del todo seguro de cuáles eran las diferentes patas de la disciplina, entonces me puse a escribir un artículo, que se publicó en El Gato y la Caja, un poco como un ejercicio personal, con la intención de entender mejor adónde me estaba metiendo”.
Así, el resto de los autores lo invitó a participar de este proyecto que ya estaba en marcha. “La idea del libro estaba circulando desde que creamos RSG-Argentina –el grupo local de la Asociación Internacional de Estudiantes en Bioinformática (International Society for Computational Biology Student Council, ICBC-SC)-, como una de las tareas para ayudarnos y para dar a conocer lo que hacíamos, porque la mayoría de nosotros nos topamos con la bioinformática como una casualidad”, afirma Nicolás Palópoli, otro de los editores y autores del libro.
También había una necesidad por dar a conocer esta disciplina en la Argentina, donde los primeros grupos de investigación comenzaron a formarse durante la primera década de este siglo. Sin embargo, “hay muy poco material de bioinformática en español, ni desde el idioma ni desde la experiencia de las personas que lo hacen y los desafíos que hay que enfrentar al hacer Bioinformática en países de ingresos bajos o medios como el nuestro”, afirma Palópoli. Y agrega que la Bioinformática muchas veces es vista como una “disciplina de soporte a la verdadera ciencia, entre comillas, la ciencia de los laboratorios, pero con el Proyecto Genoma Humano, sumado al desarrollo el hardware, la bioinformática pasa a ser la que sienta las bases de las investigaciones y ahora se busca en laboratorio la posibilidad de probar las predicciones que se hacen en la computadora”.
A través de la Bioinformática se puede viajar hacia el pasado para revisar el origen de la especie humana, analizar la composición del suelo o realizar predicciones sobre el rumbo que seguirá una pandemia. Pero, además, es una disciplina que agrupa diversas disciplinas “porque nace de la biología, la informática, la estadística, las matemáticas y muchas otras cosas. Quizás nos está costando agregar un poco más lo social”, admite González.
“La bioinformática me llevó a entender que es muy importante, por ejemplo, el software libre, el código abierto y el compartir la información, ya que muchos de los desarrollos bioinformáticos se pudieron hacer rápidamente gracias a eso”, dice Elin Teppa, otra de las autoras del libro, y destaca que esta forma de compartir información es una particularidad de esta disciplina, que está “muy ligada” a lo colaborativo y al desarrollo de software. “Son comunidades de programadores que se forman para resolver un problema o para hacer avanzar un área en particular”, dice.
Por eso, el libro también hace referencia al aporte del software libre para el desarrollo de estos estudios, y también revelan cómo cualquier ciudadano, con o sin conocimientos técnicos específicos, puede ser parte de diversos proyectos de investigación científica, tan solo jugando desde la PC o bajando una app. “Los juegos permiten aprovechar la diversidad intelectual del ser humano para resolver problemas de bien común, y es una relación recíproca entre los científicos profesionales y el ciudadano científico”, detalla Teppa, que estuvo a cargo del capítulo que se refiere a iniciativas de lo que se conoce como ciencia ciudadana, y hasta incluye proyectos artísticos que surgen en base a los estudios bioinfomáticos. “Muchos de estos proyectos funcionan a partir de un interés recíproco, de quienes participan activamente y ven el resultado de su colaboración en el proyecto”, asegura.
Todos estos temas y las posibilidades que generan estos descubrimientos actúan como disparadores de controversias y debates bioéticos que es necesario dar. Esta preocupación surgió durante la presentación de este libro que, tal como afirma Uran Landaburu, “es incapaz de cuestionarlos, porque simplemente los dispara: a lo largo del texto se van haciendo promesas de lo que la tecnología supone, de las cosas que se vienen a nivel tecnológico, biotecnológico e informático, y es imposible no pensar en las implicancias bioéticas de todo eso. Más allá de lo que uno pueda comunicar, el libro está lleno de tecnologías, algoritmos y cosas que se pueden hacer, tiene una función, un poco accidental, de ser disparador de cuestionamientos bioéticos”.